“Soy psicóloga porque fui diseñada para ayudar a otros”

La vida de la psicóloga Leslie Mora está marcada por el servicio a las personas.

Esta profesional del Centro de Salud Mental Herrera Amighetti, de Grupo Montecristo, ha dejado huella en organizaciones como Obra de la Misericordia, donde trabajó con adictos de la zona roja de San José, y la Confraternidad Carcelaria de Costa Rica, en la que atendió a ofensores sexuales.

“Desde muy pequeña me involucré en servicio a otros, siempre me ha gustado ayudar”, rememora quien dice haber sido influenciada por un padre y una madre que son cristianos evangélicos.

Según dice esta egresada de las universidades Fidélitas y Unibe, lo que más la apasiona de su profesión es ayudar a la gente a entender que sí hay salida a los problemas.

“Me llena hacerle ver a mis pacientes que sí hay esperanza, que los malos tiempos también pasan y que porque hayan tenido un mal inicio no tienen porqué tener un mal final”, declara en un consultorio decorado con dibujos hechos por su hijo César cuando tenía tres años de edad (hoy tiene 17).

¿A qué tipo de pacientes ha logrado ayudar?

Entre otros, a adolescentes que se causan lesiones con navajillas.

También a hombres que se habían tornado agresivos y violentos por causa de sentimientos reprimidos.

“Los ayudó a que puedan decir lo que sienten, que no se guarden nada, reconozcan sus emociones. Los hombres tienen derecho a sentirse tristes, enojados, felices, querer llorar y decirle a otra persona que la ama. Trabajo con hombres que fueron castrados emocionalmente”.

De acuerdo con Mora, parte de su trabajo consiste en ayudar a las personas a contar con herramientas emocionales que les permitan enfrentar los momentos no tan buenos de la vida.

“La vida está llena de altibajos, por lo que es importante entender que una mayor estabilidad emocional, un estado mental sano, no significa cero problemas. Lo importante es aprender a lidiar con las situaciones difíciles”.

A esta psicóloga le gustaría tener una cámara en su consultorio, para que sus pacientes comparen el rostro con el que llegaron el primer día contra la paz y esperanza que reflejan varios meses después.

Una vez un paciente me dijo: “Me siento tan bien que me siento tan mal porque nunca me había sentido tan bien. Me siento raro”. Ese recuerdo la hace sonreír.

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